La palabra exportación se ha convertido en el mantra de nuestro tiempo. Es la noticia amable de cada telediario y nos alegra cada mañana saber cuánto han crecido las ventas de productos hortofrutícolas, de maquinaria industrial, o de material para la construcción en el extranjero.
Sin embargo, hay otra noticia muy relacionada con esta, con igual o mayor relevancia, de la que oímos hablar menos. Se trata del incremento de exportación de servicios. No solo vendemos productos. Los españoles en los últimos años también hemos aprendido a llevar fuera de nuestras fronteras algunos de nuestros métodos de trabajo que mejor han funcionado, si bien, hoy muchos de ellos cuentan con poca demanda interna.
Uno de estos casos es nuestro conocimiento de la operativa inmobiliaria. Como responsable de una de las mayores redes de comercialización inmobiliaria española, me atrevo a decir que en España conocemos a fondo este sector, y que nuestros métodos de trabajo están triunfando fuera de nuestras fronteras.
La comercialización inmobiliaria española ha sido un ejemplo a seguir. Desde hace años contamos con numerosas redes y excelentes profesionales independientes, multitud de medios especializados y prensa y webs 100% dedicados al sector, las empresas que operan en esta actividad ha sabido construir marcas potentes y fácilmente reconocibles por los ciudadanos, y llevar sus servicios a las calles, con una total profesionalidad y transparencia.
En las oficinas inmobiliarias españolas, encontramos agentes que dominan su zona de actuación, que llegan a donde geográficamente no podrían llegar gracias a una red de franquicia, o a un MLS (Multiple Listing Service) –que consiste básicamente en un acuerdo de colaboración entre empresas independientes-, que ofrecen servicios complementarios como son los financieros, jurídicos, y finalmente, dando servicios a la carta, adaptados a las circunstancias de cada momento. En resumen, un servicio integral al cliente que realiza una de las adquisiciones más importantes de su vida.